El piercing oral

El piercing se ha convertido en un fenómeno social, de modo que muchos de nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) lucen tal elemento en los sitios más variados de su anatomía. La oreja en el hombre, y la oreja y el ombligo en la mujer, son las zonas utilizadas preferentemente para colocar dicho elemento “ornamental”. A estas, les sigue en frecuencia la localización en la cavidad oral, y, dentro de esta, en la lengua.

Pero esto, tiene un coste para el portador en forma de posibles complicaciones, que pueden ser dependientes del acto de la colocación en si mismo y aparecer inmediatamente, ó por el contrario, ir manifestándose con el paso del tiempo, a nivel de lengua, dientes y encía.

Entre las primeras, tenemos riesgo de:

  • Hemorragias.
  • Infecciones (hay descritos casos graves).
  • Inflamaciones locales.
  • Contagio por falta de esterilización del material utilizado para su colocación: SIDA, Hepatitis B y C, etc.
  • Problemas de masticación, deglución y fonación.
  • Etc.

Entre las complicaciones a medio y largo plazo, las más importantes son las recesiones gingivales, es decir , la pérdida de encía, en los dientes ántero-inferiores, que comienzan a aparecer a partir de los dos años de colocación del piercing. Si no se controla, puede llevar a la pérdida de piezas dentarias. La segunda complicación son las fracturas dentarias, tanto más frecuentes cuanto más tiempo permanece el piercing en boca: casi un 50% de aquellos individuos que han tenido un piercing oral durante más de cuatro años, presentan alguna lesión traumática de sus dientes, sobretodo premolares y molares inferiores.

Por todo lo que antecede, el consejo debe ser no colocarse piercings orales; y en todo caso, buscar establecimientos con la correspondiente autorización para tratar de evitar al menos, las complicaciones citadas en primer lugar, ya que las segundas, van a ir apareciendo de modo casi inexorable con el paso del tiempo.